miércoles, 26 de noviembre de 2014

A padres: CINE Y EMOCIONES



Llevamos unas cuantas semanas trabajando sobre las emociones. El creciente interés por el tema, yo diría que un verdadero boom, hace que la cantidad de información que existe sobre el mismo sea amplísima.

Nuestro objetivo, con respecto a vosotros los padres, es que las actividades que planteamos sirvan como pretexto para que podáis hablar determinados temas emocionales con vuestros hijos. Se trata de que ese encuentro gire en torno a sus vivencias, y que podáis hacerles reflexionar en la línea y orientación adecuada. Para eso no tenéis que conocer “todos los avances en neurociencia” pero sí que os vendrán bien partir de algunos aspectos esenciales, que seguro que ya habéis oído por ahí sobre todo a los divulgadores que tanto circulan por televisión y redes sociales.
Por eso, en esta entrada y en otras posteriores, voy a intentar tratar una serie de ideas básicas sobre el tema, que espero sean de vuestro interés y os sirvan para el propósito del que hablábamos en el apartado anterior.

Primero, las emociones por sí no son ni buenas ni malas, ya que todas sirven para un propósito, nos ayudan a algo. Todas son adaptativas sirven para que afrontemos nuestros retos personales de adaptación tanto biológica como social. Los autores sobre el tema las califican como positivas y negativas, sobre todo en relación a la tendencia de respuesta y su contribución al desarrollo y crecimiento personal. Las emociones negativas solucionan problemas de supervivencia inmediata (Malatesta y Wilson, 1988) porque tienen asociadas tendencias de respuesta específicas (la ira, por ejemplo, prepara para el ataque; el asco provoca rechazo, vómito; el miedo prepara para la huida). Las emociones positivas solucionan cuestiones relativas al desarrollo y crecimiento personal y a la conexión social.
Los párrafos siguientes nos reflejan claramente las ideas anteriores, han sido seleccionados  del artículo de María Luisa Vecina Jiménez, cuya lectura os recomendamos.

“La alegría, por ejemplo, anima a jugar en el sentido amplio de la palabra, a empujar los límites, a ser creativo (Frijda, 1986) y ello permite el desarrollo y el entrenamiento de habilidades físicas (fuerza, resistencia, precisión), de habilidades psicológicas e intelectuales (comprensión de normas, memoria, autocontrol) y de habilidades sociales necesarias para el establecimiento de relaciones de amistad y de apoyo”.
“En este sentido, las emociones positivas habrían contribuido a generar las condiciones adecuadas para que nuestros ancestros desarrollaran las habilidades físicas necesarias para superar la estrategia de los depredadores, las habilidades psicológicas que permiten descubrir e inventar posibilidades y las habilidades sociales adecuadas para generar vínculos entre personas y el aprendizaje de conductas de ayuda”.
“Otros experimentos (Isen et al., 1987) muestran que los estados afectivos positivos inducidos, bien fuera viendo una comedia o recibiendo un pequeño regalo comestible, facilitan la solución creativa de problemas. Concretamente, parecen incrementar las asociaciones novedosas, no previsibles y las combinaciones inusuales de elementos”.

¿Qué repercusiones prácticas pueden tener estas ideas, para afrontar cuestiones emocionales con nuestros hijos?. En primer lugar la idea fundamental de que no hay que reprimir las emociones. Hay que dejar que fluyan las emociones. No sirve de nada intentar que tu hijo deje de llorar en una rabieta o ante cualquier otra situación. Ese impulso de decirle: “deja de llorar”, cuando no de reprenderle, que tenemos en muchas ocasiones es estéril y muchas veces contraproducente.
Por el contrario si las emociones se expresan dentro de un marco controlado y no punitivo vamos a dar lugar a que no lo haga en a través de otras formas (somatizaciones, depresión, miedos, ansiedad, agresividad, intolerancia, etc.) más perjudiciales para el niño.
Por todo ello es necesario que nuestros hijos se expresen emocionalmente. Que afloren sus temores, inquietudes, “agobios”… El propio hecho de expresión es positivo para, posteriormente con nuestro apoyo, ir adquiriendo una serie de estrategias para afrontarlas, siempre de manera adaptativa.

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