El pasado 2 de abril fue el día de concienciación sobre el autismo. Según la confederación autismo España:
“El trastorno del espectro del autismo (TEA) es una condición de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral. Acompaña a la persona a lo largo de su vida y afecta, fundamentalmente, a dos áreas del funcionamiento personal: la comunicación e interacción social, y la flexibilidad del comportamiento y del pensamiento."
“Soy autista, y claro que no lo parezco”
Si pudiese verse de alguna forma
lo que un autista está sintiendo… ¿Y saben cómo podría verse? Si, por una vez, nuestro
lado supuestamente empático, hiciese un esfuerzo por entender
por qué esa persona ha preguntado tres veces por su asiento, y qué puede
estar necesitando en ese momento al hacerlo.
También puedes pensar que tal vez
haya otro tipo de ser humano, profundamente humano, que jamás va a hacerte daño
porque no sabe cómo hacerlo, pero que es fácil que tú puedas hacérselo a él si
no cambias tu mirada.
Mi hijo cambió de colegio y lo
primero que hizo fue informar a sus compañeros de que era un niño con asperger. Les dejó claro que no le gustaba
el ruido, que no entendía las bromas y que siempre que decía algo, lo decía en
serio. Que no sabía mentir. Que no le gustaban las mentiras. Que a veces no
sabía lo que pasaba, y que podía hablar sin parar sobre algo
que podía interesarle únicamente a él.
¿Y sabéis qué? Le fue bien.
Cuando alguien hacía una broma, y él no la entendía, alguien se la explicaba.
Había quien le recordaba todo lo que podía haberse olvidado de apuntar en la
agenda. Y empezó a levantar la mano en clase para hablar de eso que le
obsesiona: los planetas, el espacio, los agujeros negros, como decía de niño,
“todo lo que ya estaba aquí cuando llegó el ser humano”. Fue ganando tal
confianza en sí mismo que, durante una excursión, se atrevió a plantarle cara a
la chica más popular de la clase y a decirle todo lo que no le gustaba de la
manera en que se comportaba con él. “Fue un momento mágico”, nos dijo su tutor.
“Ella le pidió perdón, y le dijo que no se había dado cuenta de hasta qué punto
le estaba haciendo daño”, nos dijo. “Yo me lo tomo todo en serio”, nos dijo que
le había dicho él, y también que ella lo sabía, “y tú lo sabías, o deberías
saberlo”.
Lo desconocido está ahí para que
lo conquistemos, no para que lo temamos, me digo, y también que la conquista pasa,
en este caso, por crear un mundo en el que nadie quede fuera,
en el que toda diferencia se contemple como una posibilidad que merece ser
incluida en nuestra realidad.
El autista es el raro.
Y qué fácil es llamar raro a alguien y apartarse de su camino.
Lo difícil, lo humano, es quedarse porque sabes que
no es raro sino diferente, y que no ha elegido serlo, como no se elige el color
de la piel.
Empecemos a nombrar y a aceptar. Empecemos a normalizar que no todos somos iguales. Ampliemos la idea de realidad para incluir a aquellos que no saben cómo funciona esa realidad. Porque la realidad es ampliable, y no debería ser única. Aprovechemos también esa diversidad. Porque es nuestra. Como todas las demás.
OPCIÓN 1º, 2º y 3º de PRIMARIA:
¿Hay en tu clase o en tu colegio alguna persona con necesidades parecidas a los niños del relato? ¿Cómo es? ¿Has intentado conocerlo? ¿Podrías hacer algo por él para ayudarle a superar sus dificultades? ¿Qué?
OPCIÓN 4º, 5º y 6º de PRIMARIA:
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